miércoles, 23 de diciembre de 2015

HOMO NALEDI

Recientemente se publicó el artículo científico de la descripción de una nueva especie de homínino. Los medios de comunicación casi explotan luego del hallazgo y en este blog les presento la información más importante al respecto de esta nueva especie, vuelven los F.A.Q. (preguntas frecuentes y sus respuestas).

Entrada de la Cueva Estrella Ascendiente, Sudáfrica. Foto de la National Geographic Society.

1. ¿Cómo se llama la nueva especie y por qué lleva ese nombre?
R= Se llama Homo naledi (se pronuncia "o-mo" "na-le-di"). El género viene del latín y significa "hombre"; el nombre de la especie viene del idioma sesotho y significa "estrella", pero hace referencia a la cámara Dinaledi, de la Cueva Estrella Ascendiente, lugar donde se encontraron sus fósiles.

Reconstrucción del aspecto de Homo naledi en vida. Imagen propiedad de la National Geographic Society.

2. ¿Dónde se descubrió?
R= Los restos de H. naledi se encontraron en el fondo de la cámara Dinaledi ("la cámara de las estrellas"), que corresponde a una sección de la Cueva Estrella Ascendiente (Rising Star Cave), ubicada en el Valle del río Bloubank, en el sitio patrimonio de la humanidad conocido como "Cuna de la Humanidad", que se encuentra en la provincia Gauteng de Sudáfrica.

Ubicación de la cueva de donde proceden los restos de H. naledi. Imagen base original de The New York Times. Si gustan pueden colocar estas coordenadas en google maps {26°1'13'' S 27°42'43'' E} para ver la zona con fotos de satélite y street view desde la carretera.
3. ¿Qué restos fósiles se descubrieron?
R= ¡Montones! A diferencia de otras especies humanas que no corrieron con suerte y sólo están representadas por un puñado de restos, H. naledi cuenta con ¡1,550 especímenes! Y si se preguntan de qué partes del cuerpo existen fósiles... Bueno, prácticamente de todo el esqueleto. Estos restos representan aproximadamente 15 individuos diferentes entre los que habían mujeres y hombre de distintas edades.

Restos fósiles de H. naledi. Fotografía de Berger et al. (2015). Imagen en HD aquí.
4. ¿Quién lo descubrió?
R= Fue descubierto en 2013 por un equipo liderado por el paleoantropólogo Lee Rogers Berger del Instituto de Estudios Evolutivos y Centro de Excelencia en Paleociencias de la Universidad de Witwatersrand, Johannesburg, Sudáfrica y de la Escuela de Geociencias de la misma universidad. 

El Dr. Berger sosteniendo el cráneo reconstruido de H. naledi. Crédito de la fotografía: University of Witwatersrand.

Pero el Dr. Berger no excavó todos los restos, esa hazaña se la debemos a un equipo de seis mujeres valientes que se deslizaron por la estrecha entrada de la cueva y pudieron recuperar los restos fósiles.

Las seis heroínas que excavaron los restos de H. naledi. Estas mujeres fueron seleccionadas por sus aptitudes, preparación y su tamaño, pues no cualquiera puede entrar en la cueva de la cámara de las estrellas. De izquierda a derecha: Becca Peixotto, Alia Gurtov, Elen Feuerriegel, Marina Elliott, K. Lindsay (Eaves) Hunter y Hannah Morris. Crédito de la fotografía: University of Witwatersrand.
5. ¿Cómo lucía?
R= El hombre de la cueva de las estrellas tenía una morfología (y consecuentemente una apariencia) peculiar, pues por una parte mostraba partes del esqueleto muy similares a nosotros, los humanos modernos y por otra parte, tenía regiones esqueléticas bastante primitivas. Vayamos por partes... Eran unos humanos menudos, pesaban entre 39.7 y 55.8 Kg y medían entre 1.44 y 1.47 m de altura.

Reconstrucción de H. naledi del artista John Gurche. Modificada de National Geographic Society.

Su capacidad cerebral era de un volumen similar al de los primeros miembros del género Homo (unos 465 cm3). La caja torácica, hombros y pelvis eran más similares a las de los australopitecinos que a las de los miembros del género Homo. Un dato destacable de la cadera es que aunque tenía una forma primitiva, poseía grandes zonas de inserción para el músculo gluteus maximus (lo que hacía de H. naledi un pequeño nalgón corredor). Las manos de H. naledi son sorprendentemente avanzadas, pues se asemejan mucho a las manos de los humanos modernos, salvo por el detalle de ser más ganchudas. Sus piernas eran relativamente largas y sus pies bastante similares a los de los humanos modernos.

Infografía de Homo naledi con las características esqueléticas más importantes. Esqueleto de Stefan Fichtel, composición de National Geographic Society, crédito original de Lee Berger y Peter Schmid. Imagen en HD aquí.

6. ¿Es cierto que H. naledi enterraba a sus muertos?

R= No. A pesar de que los medios han querido explotar esta idea, en realidad se basa en conjeturas y no en el estudio formal de los fósiles. En la descripción original de H. naledi no se dice algo sobre si los restos llegaron al fondo de la cueva por accidente o si fueron sepultados intencionalmente. Para saber cómo llegaron los restos  de H. naledi a ese lugar tan profundo tenemos que revisar un segundo artículo publicado por el equipo que describió a H. naledi.

Representación visual de la idea acerca de que H. naledi se deshacía de sus muertos en una forma bastante avanzada.

En este estudio (dirigido por el Dr. Paul HGM Dirks) podemos leer que los restos están acomodados de tal forma que no es probable el entierro intencional. En su lugar, los paleoantropólogos y tafónomos señalan que es más probable un enterramiento que involucró corrientes de agua bastante dinámicas y que además, no sucedió todo en un único momento, por lo que no tenemos representado un entierro, sino el acarreo de cadáveres al fondo de una cueva durante un lapso considerable (¿cuánto? no se sabe, pero estudios tafonómicos sugieren que el lapso puede ser tan grande como de 10,000 años).

Caricatura de cómo es el interior de la cámara Dinaledi. Como pueden ver, no hay cadáveres alineados, sepultados o siquiera algo que sugiera un fenómeno distinto de la acumulación gradual. Original de Dirks et al. (2015), traducida por mi.

Quizá la gente se confundió al ver la palabra "burial" ("entierro"), pensando que se refiere a un sepulcro intencional, pero no, entierro es la palabra técnica para describir cómo un fósil llega a quedar cubierto por sedimentos. Por otra parte, el Dr. Berger asegura que "pareciera que no hay otra opción para el porqué los huesos están ahí" pero no es así. En realidad hay varias opciones y la más plausible es que los H. naledi murieran en las cuevas ya sea por vivir ahí o por refugiarse ahí. Después, el agua se haría cargo de sus cadáveres tal y como muestra la tafonomía. Es muy arriesgado andarse inventando cosas sin evidencias, pues los medios abrazan con gusto cualquier declaración amarillista sin consideración racional alguna.

Para enterrar muertos se requiere de un pensamiento simbólico sin paralelo en la tierra y con esa capacidad craneana, es poco probable que H. naledi haya desarrollado tal comportamiento. Crédito de la fotografía: University of Witwatersrand.


7. ¿Existe evidencia de elementos culturales como herramientas de piedra, arte o canibalismo?

R= No. El yacimiento de Dinaledi no cuenta con evidencias de elaboración alguna de elementos culturales y los huesos de H. naledi no presentan evidencias de canibalismo. Aunque los autores de su descripción hipotetizan que sus complejas manos le pudieron haber ayudado a crear herramientas de piedra, pero no deja de ser sólo una idea posible, no hay evidencia de ello.

Si bien, las manos de H. naledi son avanzadas con respecto a otros homíninos, no son tan avanzadas como las nuestras. ¿Pudo construir herramientas? Puede ser, puede ser. Foto de Justine Alford.

8. ¿Cómo encaja H. naledi en el árbol evolutivo humano?

R= No lo sabemos. A pesar de la gran cobertura mediática y del gran anuncio de su descubrimiento, no tenemos información al respecto del lugar de H. naledi en nuestras hipótesis de relaciones de parentesco. Y es que, para nuestro infortunio, los autores de su descripción no efectuaron análisis filogenético alguno. Esta ha sido una de las cosas más criticadas por los científicos. Y es que no podemos dejar de destacar la TREMENDA importancia que tiene un estudio de sistemática filogenética en estos casos, pero al parecer es la norma en paleoantropología obviar este tipo de estudios. Espero que con el gran criticismo que se ha levantado por no haber hecho un estudio de este tipo, los autores del trabajo se pongan manos a la obra y hagan uno pues sin él, no podemos saber qué tan primitivo o avanzado era Homo naledi.

Por otra parte, hay una tremenda confusión en los medios de comunicación gracias a unos "expertos" que abrieron la boca antes de pensar con detenimiento en las implicaciones de sus actos. Y es que, dijeron que H. naledi era un simple H. erectus, aunque claro sin evidencia alguna y con una notoria falta de lectura del artículo de su descripción (donde se evidencian las diferencias anatómicas de H. naledi con H. erectus). Y no estoy diciendo que sea imposible que este sea el caso, puede ser. Pero no es correcto afirmarlo sólo con "me parecismos" con tal de llamar la atención.
9. ¿Qué antigüedad tiene H. naledi?

R= Dejé esto casi al final debido a que es quizá lo más importante en cuanto a esta nueva especie. Desgraciadamente, no sabemos qué antigüedad tiene. Por más que queramos colocar a H. naledi "a ojo" (ver punto anterior) en el árbol familiar humano, la realidad es que no podemos saberlo y eso nos limita mucho. Existen especies humanas que nos han mostrado que con una morfología primitiva se puede vivir durante muchísimo tiempo y en un área geográfica monstruosa (e.g. Homo erectus) o bien, lucir como si hubiera vivido hace mucho tiempo y ser mucho más reciente (e.g. Homo floresiensis). Solemos decir en paleontología que si no conocemos la antigüedad de un fósil, dicho fósil es virtualmente inútil. Suena muy extremo, pero es la realidad ya que en paleontología, la cronología es la base de las interpretaciones (evolutivas, biogeográficas, morfológicas, de parentesco, ecológicas, etc.).

Posibles relaciones de parentesco de H. naledi. Esquema basado en el diagrama original de Jason Treat y el personal del NGM.


10. ¿Es cierto que H. naledi revoluciona nuestro entendimiento de la evolución humana?

R= No. Al menos, no de momento. Y es que como vieron en los dos últimos puntos, no sabemos casi nada de esta especie. Así que Homo naledi es prácticamente una estrella decorativa, al menos hasta no saber tanto su ubicación temporal así como sus relaciones de parentesco con otras especies humanas. Y no me malentiendan, el descubrimiento de esta especie es muy importante, pero nos faltan datos para realmente realzar su estatus como una especie clave para el entendimiento de nuestro origen.

HOMO NALEDI DE CERCA

Hace algo más de dos meses, el 10 de septiembre de 2015, volvieron a tambalearse los frágiles cimientos de nuestros conocimientos sobre la evolución humana. Justo ese día el mundo se hizo eco de uno de los mayores descubrimientos evolutivos que se gestaba desde hacía ya dos años, el descubrimiento del denominado Homo naledi.
No es mi intención escribir sobre los cuantiosos hallazgos que han tenido lugar en este último siglo en en busca de comprender la evolución humana, una tarea demasiado ardua para la que aún no me siento capacitada. Por ello y para poner en contexto el presente artículo, adjunto el siguiente esquema, donde podemos ver nuestra posible línea evolutiva más reciente, junto a tres probables adscripciones del Homo naledi, como más tarde comentaré. 
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Posible línea evolutiva. FUENTE.
El descubrimiento de este nuevo hominino tuvo lugar el 13 de septiembre de 2013, cuando Tucker y Hunter, dos espeleólogos aficionados, penetraron en un sistema de cuevas llamado Rising Star, situado al noroeste de Johannesburgo, en la provincia sudafricana de Gauteng. Ambos espeleólogos fueron advertidos previamente por Lee Berger ante la posibilidad de encontrar restos arqueológicos, ya que el sistema kárstico forma parte de un conjunto de yacimientos paleontológicos y arqueológicos denominado Cuna de la Humanidad, considerados en 1999 por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad.

Sección transversal de la cueva Rising Star. FUENTE.
Para llegar a la cámara Dinaledi, donde reposaban los restos fósiles, ambos espeleólogos atravesaron el denominado “pasadizo de Superman” de unos 25 cm de alto hasta llegar a otra cámara, para volver posteriormente a descender por un nuevo pozo de 12 metros de profundidad denominado “espalda del Dragón”. Cual fue la sorpresa de ambos cuando al posar los pies sobre el suelo de la nueva cámara había huesos por todas partes, sin quererlo se encontraban ante un hallazgo sin precedentes.
Seis jóvenes profesionales fueron las elegidas, por su experiencia y complexión física, para la ardua tarea de excavar el registro fósil. Se llevaron a cabo dos campañas, en octubre de 2013 y en marzo de 2014, en las que, en tan solo 15 centímetros de potencia, consiguieron recuperar 1413 muestras de hueso y 137 muestras dentales aisladas, correspondientes a 15 individuos como mínimo.
El material óseo presentaba características muy arcaicas similares a las que podemos encontrar en el Homo habilis o incluso en Austrolophitecus, y otras características muy modernas, semejantes al Homo sapiens. En ese momento Lee Berger se percató del alcance del hallazgo, denominándolo Homo naledi. Naledi significa “estrella” en sesotho, lengua propia del pueblo sudafricano sotho.
Para el estudio del material óseo, Lee Berger decidió convocar nuevamente a más de una treintena de jóvenes investigadores que analizarían los restos durante tres semanas formando grupos de especialización.

Comparación cráneo Homo naledi y humano moderno. FUENTE.
Empezando su descripción por el cráneo, éste muestra características muy ambiguas. Por un lado tenían una capacidad craneal de 560 cc para varones y 460 cc para hembras (debido al dimorfismo sexual, más acusado en nuestros ancestros), es decir, menos de la mitad de la capacidad de un humano moderno. Esto quiere decir que poseían un cerebro muy pequeño, más parecido al de un Austrolophitecus que a cualquiera del género Homo. El cerebro humano fue desarrollándose en tamaño a lo largo de la evolución, pues la inteligencia es la mejor herramienta para la supervivencia. Su cara presenta rasgos arcaicos como un torus supraorbital marcado, cierto prognatismo mandibular y carencia de barbilla. A pesar de ello, sus dientes son pequeños y las marcas musculares que se pueden apreciar en hueso también, lo que implica que no necesitaban realizar grandes esfuerzos para la masticación, rasgo que siempre se ha asociado con la capacidad de poder procesar alimentos.
La posición de su clavícula, la curvatura y longitud de sus falanges, son indicativos de la posibilidad de trasladarse trepando por las ramas, como podemos observar en ciertos primates hoy día. Por otro lado, la forma y composición de los huesos de la muñeca y la palma de la mano, y el aspecto del dedo pulgar son muy modernos, lo que sugieren la capacidad de fabricar útiles.
Tanto sus pies como sus rodillas son muy similares a las del Homo sapiens, exceptuando la ligera curvatura de sus falanges. Los huesos que componen las extremidades inferiores, fémur, tibia y peroné, son largos y robustos, con grandes inserciones musculares. Estos rasgos son indicativo de bipedismo, es más, sugieren la posibilidad de que el Homo naledi podía recorrer grandes distancias, casi de la misma manera que un humano moderno. La mayor diferencia que presenta su aparato locomotor es la forma de su pelvis que presenta una forma muy primitiva, abriéndose hacia los lados y siendo muy corta en su longitud.
https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgJ74XvwIYLIU9ZvxySo-I2qn8F5sFPzhm9U9nDn2PZxrmDEdX27FK_UISwd7maYMQvTZ1tfse4IXdvMPCNWPWQlsuIurQudPmV4DnrOFk1g_EBVsZxh02OfxMXP79X9FbCFXT6A-F5gSbG/s1600/Diagrama+afiliaci%25C3%25B3n+-+copia.png
A pesar del estudio antropológico pormenorizado que se ha realizado sobre este nuevo especimen, son muchas las dudas que suscita y que sus descubridores aun no han sabido despejar.
La primera de ellas y la más importante en mi opinión, es la cronología que presenta. No ha sido posible llevar a cabo ninguna datación pues los sedimentos presentes en la cámara no lo permiten. Tampoco se encuentran asociados a industria lítica ni a fauna, tan solo había presentes restos de pequeños roedores y de un búho que no parecen tener relación con nuestros homininos.
Sin esta datación es imposible saber que lugar ocupó dentro de la filogenia humana, a pesar del estudio antropológico y las diferentes comparaciones que se han realizado con el resto de individuos fósiles. Muchos científicos han acusado a Lee Berger de haberse adelantado a la publicación oficial del Homo naledi, pues sin una datación, los fósiles no pueden adscribir a un lugar determinado en el tiempo, y de hacerlo estaríamos hablando tan solo de meras especulaciones y suposiciones, más o menos veraces, pero no realizadas con el método científico adecuado.
La segunda cuestión y la que más polémica ha generado a su alrededor, es el desconocimiento sobre cómo llegaron al interior de la cámara Dinaledi. La propuesta de Lee Berger se basa en la misma explicación que los investigadores de Atapuerca atribuyeron a los restos humanos encontrados en la Sima de los Huesos. Berger baraja la posibilidad de que fueran allí depositados por otros miembros de su “tribu”, a modo de enterramiento. Se basa en que el número de individuos es elevado y su situación en la cámara solo puede deberse a dos posibilidades: que todos murieran al mismo tiempo o que fueran transportados hasta allí, optando por la segunda opción.
Esta propuesta, criticada por gran parte de la comunidad científica, es en mi opinión, bastante descabellada y sensacionalista. El hecho de que fueran “enterrados” implica cierto sentido del duelo, de conocimiento sobre la muerte y de sentido ritual hacia los difuntos que no hemos podido constatar en otros especímenes con una cronología supuestamente posterior, además de no existir evidencias científicas que indiquen tal parecer.
Por otro lado, como anteriormente expliqué, la entrada en la cámara Dinaledi es bastante angosta y complicada, cuánto más lo sería transportando el cuerpo de un difunto. Los estudios geológicos realizados en la cueva no parecen indicar la existencia de otra apertura al exterior de la misma, ni siquiera que haya habido escorrentías de agua en su interior que hubiesen podido transportar los cuerpos de una parte de la cueva a la situación donde los encontraron Tucker y Hunter.
Respecto a este parecer, muchos medios de comunicación no especializados en ciencia, apoyaron la teoría de Berger, basándose en que algunas partes del cuerpo se encontraban en posición anatómica. Esto no quiere decir que fueran depositados por otros individuos, sino que no han sufrido alteraciones desde que yacen en la cámara.
Deberemos esperar nuevas investigaciones y sus respectivas publicaciones para aclarar estas incógnitas y otras muchas que irán surgiendo a lo largo del tiempo. De lo que no cabe duda es de que el Homo naledi añade una complicación más al árbol evolutivo, haciendo más interesante si cabe, el estudio de la evolución humana y de nuestros antepasados, una tarea difícil y duradera que poco a poco va tejiendo los hilos intentando dar respuesta a una de las tres preguntas universales: ¿de dónde venimos?

Homo naledi. FUENTE.

Lucy es llamada la madre de la humanidad.

Hace poco más de una semana, el pasado martes 24 de noviembre se celebraba el 41º aniversario del descubrimiento, en 1974, de los restos de la especie de hominino Australopithecus afarensis, aunque más popularmente se ha celebrado el hallazgo de Lucy. Pero, ¿quién es Lucy? Para poder explicar esto debemos retrotraernos a la mañana del 24 de noviembre de 1974…
Nos encontramos en el yacimiento de Hadar, en Etiopía. El paleoantropólogo Donald Johanson y el estudiante Tom Gray (Wong) se disponen a tomar el Land Rover de la excavación para prospectar una zona en donde habían aparecido varios restos fósiles. Durante el trayecto Johanson propuso tomar una ruta alternativa más cercana a la hondonada que existía en la zona. Pocos minutos después avistó un fragmento proximal de ulna derecha y rápidamente la identificó como un hominino. Seguidamente halló otro fragmento, pero de occipital de cráneo, luego un fémur, algunas costillas, una pelvis y la parte inferior de una mandíbula. Dos semanas después, tras mucho trabajo, habían conseguido recuperar 52 fragmentos, representando un total del 40% del esqueleto completo de un solo individuo de hominino.

Pero… ¿por qué Lucy?

Ilustración 1: Imagen del conjunto de fósiles de Lucy escaneados tridimensionalmente por la Universidad de Texas con la técnica «High-Resolution X-ray Computed Tomography Facility» (Scott, 2009)
Ilustración 1: Imagen del conjunto de fósiles de Lucy escaneados tridimensionalmente. Fuente.
La misma noche del descubrimiento la celebración era obligada, y mientras los integrantes de aquella segunda campaña de excavación cantaban, bebían y bailaban, sonaba de fondo una y otra vez una canción de los Beatles: Lucy in the Sky With diamonds. Sin que nadie sepa exactamente cómo, el fósil identificado con el código «A1 288» fue rebautizado como Lucy coloquialmente.
Hasta el momento hemos aclarado el cuándo, el dónde y el porqué del hallazgo de Lucy, pero aún sigue faltando responder a una de las preguntas más importantes: ¿qué o quién era Lucy? Para responder a eso debemos reunir algunos conceptos que ya hemos utilizado aunque no explicado. Hemos afirmado que Lucy es un hominino, que es un Australopithecus, que es un Australopithecus afarensis , y por si fuera poco, que pertenece al género femenino. Cuando hablamos de hominino nos referimos a un sistema de clasificación de las especies. Concretamente «hominino» es un término reciente que viene a «matizar» el concepto de «homínido», que sí es más habitual. «Hominino» se corresponde con el nivel de la tribu (tribu hominini) dentro de la superfamilia Hominoidea. Dentro de esta tribu hominini nos encontraríamos con dos subtribus más, los panina (chimpancés) y los hominina (humanos). Por lo tanto decir que Lucy es un hominino la sitúa en un lugar «cercano» al género homo al que pertenecemos; sin embargo, ¿qué es lo que convierte a Lucy en un hominino? Aunque la cuestión no es simple, de una manera sintética podríamos decir que el rasgo característico y esencial de los homininos es la locomoción bípeda, el caminar erguidos.
Antes de continuar aclarando los conceptos de Australopithecus afarensis  y justificar cómo los investigadores conocen el sexo de Lucy se debe dar respuesta a la casi obligada pregunta de: ¿cómo sabemos que Lucy caminaba erguida si tan sólo contamos con fósiles que además se encuentran incompletos? Quizás ahí es donde se encuentra la magia de la investigación. Respuestas a preguntas que antes no se imaginaban ahora son posibles. A partir de multitud de estudios enfocados en determinadas morfologías de los huesos, concretamente del fémur, la pelvis, la escápula, el astrágalo, las vértebras, etc. se pueden identificar rasgos propios y únicos de una bipedestación o de una braquiación.  Sólo basándose en meticulosos estudios estadísticos y comparativos los investigadores han podido concluir que Lucy tenía la posibilidad de andar erguida.
Con respecto a la denominación de Lucy como Australopithecus afarensis debemos hacer referencia a una situación también reciente en la que se ha generado mucho debate. Como menciona Cela referenciando a Senyürek , si seguimos las reglas de la taxonomía, los Australopithecus afarensis deberían ser denominados como  Praeanthropus africanus, así como todos los denominados Australopithecus a excepción del Australopithecus africanus. En la misma línea aunque en sentido inverso, los clasificados como Praeanthropus deberían denominarse Australopithecus, aunque, debido a la importante confusión que todos estos cambios crearían, la comunidad científica  ha optado por mantener las denominaciones extendidas. Por lo tanto nos limitaremos a analizar el origen de los términos sin entrar en su problemática definitoria.  El género Australopithecus procede etimológicamente de la unión de australis, «procedente del sur», y de pithekos, referente a «mono». De esta manera haría referencia al género de los «monos del sur» mientras que «afarensis» sería el concepto empleado para definir la especie y cuyo término tiene origen en la tribu Afar, que actualmente ocupa la zona donde tuvo lugar el hallazgo.
Nos queda aclarar cómo sabemos que Lucy era una hembra y no un macho de la especie A. afarensis. Para ello los paleontólogos especialistas han estudiado el conjunto total de restos atribuidos a esta especie y han intentado analizar la ontogenia de la misma. Entre las características halladas se pueden destacar la presencia de una capacidad craneal de entre 400 y 500 centímetros cúbicos (que los ubicarían entre los primates no humanos y los pertenecientes al género Homo), unos caninos reducidos, unos molares con esmalte grueso, una relativa pequeña estatura y lo que es más importante en nuestra cuestión, un marcado dimorfismo sexual. Así pues, conociendo que los machos de esta especie poseen una altura aproximada de 150 centímetros y que las hembras alcanzarían como mucho el metro de altura han podido situar a Lucy a partir de las estimaciones de altura dadas para ella.
Reconstrucción artística de Australopithecus afarensis adulto. Fotografía: Dave Einsel.
Reconstrucción artística de Australopithecus afarensis adulto. Fuente
Otra cuestión que no puede ser desestimada es la correspondiente a ¿cuándo vivió Lucy? Sin entrar en cuestiones cronológicas más profundas deberíamos situar a los fósiles que conforman Lucy entre los cuatro y los dos millones de años de antigüedad, que se englobaría dentro de la serie geológica denominada Plioceno inferior.
Aunque aún se siguen haciendo estudios enfocados en Lucy otros hallazgos han venido a respaldar y a refutar algunos planteamientos iniciales. De entre los marcadores históricos tras el descubrimiento de Lucy para esta especie habría que mencionar dos: el hallazgo de las «huellas de Laetoli» y el descubrimiento de la conocida como «niña de Dikika».
Las «huellas de Laetoli» son, como su propio nombre indica, un conjunto de huellas, en este caso de homininos bípedos identificados como Australopithecus afarensis y que se encontraron cerca de Olduvai, en Tanzania. Su descubrimiento se produjo en la misma década que el hallazgo de Lucy, aunque años más tarde (1976-1978), por los investigadores Meave Leakey y Richard Hay. Las pisadas han sido identificadas con tres posibles individuos, dos adultos con un marcado dimorfismo sexual y un infantil. La datación de esta reliquia del pasado ha sido posible gracia al método potasio-argón, que la sitúa en torno a los 3,7 millones de años AP. Su conservación ha sido posible gracias a la erupción del volcán Sadiman que durante semanas depositó cenizas creando un total de dieciocho capas diferentes que junto con la lluvia cementó. pudiendo subsistir hasta el momento del hallazgo. Por desgracia, las dificultades para poder conservar y exponer al público las huellas en una localización tan alejada de los centros poblacionales ha desencadenado que como medida preventiva se sepulten usando, eso sí, los últimos avances en conservación para asegurar su estado. Igualmente, para poder continuar con las investigaciones en torno al hallazgo se procedió a la recreación tridimensional de las huellas, pudiendo realizar mediciones y cálculos sin la necesidad de volver a desenterrarlas.
La «niña de Dikika» es otro de los recientes hallazgos relacionados con la especie A. afarensis. El fósil, denominado técnicamente como DIK-1-1 ha sido popularmente conocido como el «bebé de Lucy», o simplemente «Selam», que en la lengua oficial de Etiopía significa «paz».
Su descubrimiento tuvo lugar en Dikika, Etiopía, en el año 2000 por un equipo liderado por Zeresenay Alemseged. Según los estudios se trataría de una niña de unos tres años de edad y se dataría en unos 100.000 años antes que Lucy, teniendo una edad de aproximadamente 3,3 millones de años AP. A partir de los estudios vinculados a este fósil se ha podido identificar, aunque está en plena discusión de argumentos, que su aparato locomotor se situaría a caballo entre una locomoción bípeda y arbórea, ya que según la forma de sus hombros podría trepar a los árboles pero por otro lado el ángulo que forma su rodilla indica al mismo tiempo que era bípeda. Como diría Alemseged en una entrevista a Live Science:
«This new find confirms the pivotal place that Lucy and Selam’s species occupies in human evolution» (Este nuevo hallazgo confirma el lugar central que la especie de Lucy y de Selam ocupa en la evolución humana).
(Choi)
Pero, y concluyendo, podríamos preguntarnos finalmente, ¿por qué es tan importante entonces esta especie para el humano moderno? Para responder a esta pregunta qué mejor que una cita de uno de los mayores investigadores al respecto, Alemseged:
«While bipedal like humans, A. afarensis was still a capable climber. Though not fully human, A. afarensis was clearly on its way» (Si bien era bípedo al igual que los humanos, el A. afarensis era todavía capaz de trepar. Aunque no era totalmente humano, el “A. afarensis” estaba claramente en camino).
(Choi)
Y por eso Lucy es llamada la madre de la humanidad.
Photogrammetry modelling of moulded reconstruction of Lucy (Australopithecus afarensis), recorded with permission from the collection of the Oxford Natural History Museum, November 9th 2013. Photos: Peter Wilson; Modelling: Brandon Mason Sketchfab: maritimearchaeology
Photogrammetry modelling of moulded reconstruction of Lucy. Fuente

NEANDERTALES

Las características sociales y culturales de los neandertales constituyen un campo de estudio actualmente muy relevante, tanto en el estudio de la prehistoria como desde un punto de vista más mediático. A pesar de que, aún hoy en día, existen discrepancias sobre si dicho grupo pudiera haber desarrollado la capacidad de dar un significado simbólico a determinados actos, los últimos hallazgos y los importantes avances en el campo de la paleontología parecen apuntar a que estos homininos no eran tan distintos de los actuales seres humanos en su vida cotidiana.
Los neandertales se organizaban en pequeños grupos nómadas de cazadores recolectores. El nomadeo se ha podido determinar mediante el análisis de los isótopos de estroncio presentes en el esmalte dental, que dependen del ambiente y se fijan durante el crecimiento del individuo. Con este método, se estudia si crecieron en el mismo entorno en el que fueron encontrados sus restos fósiles. Si la huella de estroncio hallada en el esmalte dental no coincide con la obtenida del entorno, se supone entonces que el individuo creció en otro lugar, y, por tanto, se establece su trashumancia. A pesar de este nomadeo, existen emplazamientos fijos en los que se aprecia una continuidad de ocupación a lo largo del tiempo, aunque no es posible determinar si se trataría de un mismo grupo familiar de neandertales o de varios distintos. Este hecho puede observarse en múltiples yacimientos, en los que se aprecian diferentes periodos de ocupación. Entre las hipótesis propuestas para explicar su desplazamiento continuado se baraja que se trasladaran siguiendo las diferentes manadas de grandes mamíferos en sus episodios migratorios, ya que su dieta estaba constituida principalmente por équidos, cérvidos y bóvidos, entre otros.
Tal dieta dependía de la estación, aunque esencialmente estaba compuesta por grandes mamíferos, por lo que eran carnívoros de forma mayoritaria, tal como señalan los restos de fauna procesada encontrados en diversos yacimientos, los estudios realizados de microdesgaste dental y el análisis de isótopos de carbono y nitrógeno en los huesos. Por otro lado, también consumían vegetales, aunque en menor cantidad, tal como evidencia la presencia de fitolitos en el sarro dental. Asímismo, se hipotetiza que los neandertales utilizaran las plantas con otros fines, no sólo como alimento. Así, en estudios recientes del sarro dental, se han hallado trazas de vegetales como la camomila, utilizada en la actualidad para el curtido de pieles.
La industria lítica asociada a los neandertales, el hábitat boscoso donde vivían, el tipo de presas que cazaban y la morfología del cuerpo apuntan a que este grupo humano seguía una estrategia  “cuerpo a cuerpo” con lanzas para cazar. Posiblemente por ello es frecuente encontrar fracturas y traumatismos en el esqueleto de estos individuos. Se deduce que tanto hombres como mujeres cazarían, de acuerdo con la falta de evidencias en el esqueleto poscraneal que apunten a una especialización en la caza por parte de uno de los dos sexos, mientras que en el otro hubiera una tendencia a presentar menor robustez esquelética o inserciones musculares menos marcadas. Además, dada la hipotética estrategia de caza de los neandertales y el número reducido de individuos que podrían tener estas familias, es de esperar que sería beneficiosa la colaboración de todo el grupo.
Reconstrucción de una mujer neandertal cazando con lanza "cuerpo a cuerpo". Fuente.
Reconstrucción de una mujer neandertal cazando con lanza “cuerpo a cuerpo”. Fuente.
Por otro lado, sí que se observa una división por sexos en otras actividades, según los estudios de microdesgaste dental llevados a cabo por Estalrrich et alli. (2011) con los individuos de El Sidrón. En consecuencia, actividades como el curtido de pieles serían realizadas predominantemente por las mujeres neandertales, mientras que otras, como la talla o retocado de herramientas, serían llevadas a cabo por los hombres.
Una de las prácticas más características de los neandertales, es el uso de la boca como tercera mano, utilizando la dentadura para actividades como el retoque de herramientas y piezas líticas, el curtido de pieles o el despellejado de las presas. Estas actividades dejan una huella característica en los dientes, observándose un alto grado de desgaste oclusal, mellas en el borde del diente y estriaciones culturales. Estudiando estas últimas, se deduce que el individuo sujetaba el material con la boca, lo agarraba con una mano, y lo cortaba con la otra, dejando marcas en los dientes causadas por la herramienta utilizada, tal como hacen los actuales inuits. Además, se pueden observar en los neandertales los llamados “surcos interproximales”; es decir, estrías entre la corona dental y la encía causadas por el roce repetitivo de palillos de madera, tendones o fibras vegetales, probablemente llevado a cabo como medida de higiene o para aliviar el dolor causado por diversas infecciones bucales. Dichas patologías se observan con frecuencia, posiblemente, debido al uso intensivo de la dentadura.
Uso intensivo de la dentadura. Fuente.
Uso intensivo de la dentadura. Fuente.
Es común en estos humanos del Pleistoceno encontrar líneas de hipoplasia dental en los dientes, que se generan en periodos de gran estrés fisiológico, como enfermedades o deficiencias nutricionales. Esta característica coincide con lo esperado para sociedades cazadoras-recolectoras, las cuales soportan duras condiciones de vida. La relación entre las líneas de hipoplasia y el crecimiento del esmalte nos permite conocer la duración y la edad a la que se produjo el estrés. De esta forma, se ha identificado en un gran número de neandertales un periodo de presión fisiológica, alrededor de los tres o cuatro años, que se asocia con la etapa de destete. Se infiere, por tanto, un intervalo de aproximadamente cuatro años entre nacimientos en el grupo familiar neandertal, lo que coincide con actuales nómadas cazadores-recolectores, en los que los partos se encuentran más espaciados en el tiempo que en sociedades agrícolas-ganaderas o industriales.
Respecto a la estructuración del grupo familiar, recientes investigaciones basadas en el ADN mitocondrial (que se hereda por vía materna) abonan la hipótesis de una patrilocalidad en los grupos neandertales; es decir, un desplazamiento de las mujeres desde su grupo de origen mientras los hombres se mantendrían en el mismo. En recientes estudios llevados a cabo con los individuos del yacimiento de El Sidrón, se obtuvo que la mayoría de los hombres compartían el mismo linaje mitocondrial, mientras que ninguna de las mujeres analizadas coincidían entre sí. Esto ocurre en grupos sociales actuales en los que la mujer se desplaza al entorno de su pareja. Todo ello podría traducirse en que la mujer se encontrase en una situación de vulnerabilidad, al menos al comienzo de su vida en el grupo de su pareja, mientras que los hombres mantendrían sus relaciones familiares durante toda la vida, pudiendo sostener una jerarquía estable.
Para finalizar, es necesario mencionar la organización y los usos llevados a cabo por los neandertales en su área habitacional, mayoritariamente, mediante el uso del fuego. Su entorno doméstico estaba dominado por numerosos hogares que constituirían el centro de la actividad social del grupo, alrededor de los cuales tenían lugar las actividades de talla de las herramientas líticas, así como el procesado, cocción y consumo de las presas. Anexos a estos hogares centrales, existirían otras zonas en las que se desarrollarían los procesos de descarnado que requiriesen un mayor espacio o una mejor iluminación, según lo observado en yacimientos como El Abric Romaní (Capellades, Barcelona). Por último, cabe mencionar la posible construcción de estructuras de madera (por ejemplo, trípodes) asociadas a los hogares, ya sea como soporte para habitáculos cerrados o para realizar algún tipo de actividad ligada al fuego. También se especula con la funcionalidad que tendrían oquedades excavadas en el suelo entre los hogares, en cuyo interior se han encontrado numerosas rocas calcáreas y restos de espeleotemas con fracturas térmicas (que se producen al soportar altas temperaturas), apuntándose que podrían haber sido recipientes para calentar agua. Por último, recientemente se han encontrado diversos restos de uso de pigmentos y adornos personales, como plumas y collares en los yacimientos de Grotta du Renne, Arcy-sur-Cure (Francia), cueva de los Aviones y cueva Antón en Murcia y en la cueva de Krapina (Croacia), que reafirman la existencia de un comportamiento simbólico entre los neandertales.
Reconstrucción de un grupo familiar neandertal en su entorno doméstico. Fuente.
Reconstrucción de un grupo familiar neandertal en su entorno doméstico. Fuente.
En conclusión, y a falta de muchos aspectos que quedan por desarrollar y otros muchos que aún deben esclarecerse, se puede deducir que el grupo neandertal seguía un patrón social parecido a los presentados por cazadores-recolectores actuales, con desarrollo de prácticas y técnicas que hacen suponer que estaban dotados de habilidades semejantes a las de estos grupos de humanos modernos en el campo de la vida cotidiana y la supervivencia. De esta forma, podemos aproximar que la familia neandertal muestra características comunes a las familias humanas que encontramos hoy en día en entornos tribales, pero con marcadas peculiaridades que la hacen singular y le dan una identidad propia, que no se aleja demasiado de lo que popularmente consideramos como “cultura” o “humanidad”.