En 2012, Juan Luis Arsuaga, uno de los directores del yacimiento de Atapuerca, afirmaba que “se trataría del primer santuario de la humanidad” y que la sima era “la prueba más antigua de un comportamiento funerario y de una acumulación colectiva” de restos fósiles humanos. El hallazgo junto a los cadáveres de Excalibur, un hacha de mano rojiza elaborada con un material poco frecuente en la zona, se ha interpretado como un tributo a los muertos que fortalecería la hipótesis del enterramiento con sentido simbólico.