La niña de Lozoya era pelirroja, nació hace 40 mil años en la sierra madrileña y ahora se ha convertido en uno de los mayores hallazgos arqueológicos de Europa.
Tenía dos años y medio. Medía menos de un metro. Era, posiblemente, una niña. Y pelirroja. Pertenecía a una comunidad neandertal, la especie previa y precursora del homo sapiens a la que todos hoy pertenecemos. Su rastro fue hallado el pasado 29 de agosto en los yacimientos de Calvero de la Higuera, en Pinilla del Valle, a 90 kilómetros al norte de Madrid.
La niña vivía con sus padres en una cueva de piedra junto a una caudalosa corriente de agua que, entre 70.000 y 40.000 años después, llamaríamos río Lozoya. En sus riberas abrevaban toros enormes, rinocerontes esteparios y feroces leones. Con lanzas los acechaba su padre, que aún desconocía las flechas. Mientras él cazaba, a ella la destetaba su madre. Y entonces, por razones desconocidas, la niña murió. Pero el rastro de su cuerpecillo, muy presumiblemente depositado de manera intencional por sus padres en un lugar a salvo de las hienas, no se perdió: tenía dientes de leche bien formados; cuatro de ellos, dos incisivos, un canino y una muela, han llegado hasta nosotros casi intactos. Conservan el fulgor del que fuera su blanquísimo esmalte. "Es un hallazgo extraordinario. No solo por la enorme cantidad de información biológica y genética que los dientes, por su consistente dureza, brindan, sino también porque el hallazgo de las piezas dentales se encuentra contextualizado, es decir, se inserta dentro de un conjunto de elementos y referencias que permiten generalizar los conocimientos científicos que proporciona". Así lo explica el arqueo-paleontólogo Enrique Baquedano, mentor principal de la excavación y director del Museo Arqueológico Regional. Y añade: "No hay precedente de un descubrimiento así en la región madrileña, es muy importante en la península Ibérica y, en verdad, relevante en Europa". Hace 30.000 años, este continente vio extinguirse aquella especie de homínidos robustos, dotados con el gen de los pelirrojos y de una capacidad craneal de hasta 1.500 centímetros cúbicos, 200 más que la de sus sucesores, nosotros, los homo sapiens, que sí conocían las flechas y gozaban además de una organización social superior que la de los neandertales, razones por las cuales les sobrevivieron -y tal vez, los aniquilaron-.
Los dientes de la niña los ha encontrado un equipo de arqueólogos, paleontólogos, geólogos y topógrafos que desde hace una década excava en Pinilla del Valle, uno de los yacimientos prehistóricos más prometedores de la península Ibérica. Con los dientes de leche de la niña del valle del Lozoya, nombre que se ha asignado a la neandertal madrileña, los especialistas han comenzado a precisar su ADN, llave de su código genético y el de sus parientes. Podrán además descubrir qué alimentos tomaba, cuánto medía su cráneo, dónde tenía ubicada la laringe y de qué capacidad de hablar disponía, con cuál disposición cerebral contaba para formular abstracciones o vertebrar un lenguaje simbólico.