Hace poco más de una semana, el pasado martes 24 de noviembre se celebraba el 41º aniversario del descubrimiento, en 1974, de los restos de la especie de hominino Australopithecus afarensis,
aunque más popularmente se ha celebrado el hallazgo de Lucy. Pero,
¿quién es Lucy? Para poder explicar esto debemos retrotraernos a la
mañana del 24 de noviembre de 1974…
Nos encontramos en el yacimiento de Hadar, en Etiopía. El paleoantropólogo Donald Johanson
y el estudiante Tom Gray (Wong) se disponen a tomar el Land Rover de la
excavación para prospectar una zona en donde habían aparecido varios
restos fósiles. Durante el trayecto Johanson propuso tomar una ruta
alternativa más cercana a la hondonada que existía en la zona. Pocos
minutos después avistó un fragmento proximal de ulna derecha y
rápidamente la identificó como un hominino. Seguidamente halló otro
fragmento, pero de occipital de cráneo, luego un fémur, algunas
costillas, una pelvis y la parte inferior de una mandíbula. Dos semanas
después, tras mucho trabajo, habían conseguido recuperar 52 fragmentos,
representando un total del 40% del esqueleto completo de un solo
individuo de hominino.
Pero… ¿por qué Lucy?
La misma noche del descubrimiento la celebración era obligada, y mientras los integrantes de aquella segunda campaña de excavación cantaban, bebían y bailaban, sonaba de fondo una y otra vez una canción de los Beatles: Lucy in the Sky With diamonds. Sin que nadie sepa exactamente cómo, el fósil identificado con el código «A1 288» fue rebautizado como Lucy coloquialmente.
Hasta el momento hemos aclarado el cuándo,
el dónde y el porqué del hallazgo de Lucy, pero aún sigue faltando
responder a una de las preguntas más importantes: ¿qué o quién era Lucy?
Para responder a eso debemos reunir algunos conceptos que ya hemos
utilizado aunque no explicado. Hemos afirmado que Lucy es un hominino, que es un Australopithecus, que es un Australopithecus afarensis ,
y por si fuera poco, que pertenece al género femenino. Cuando hablamos
de hominino nos referimos a un sistema de clasificación de las especies.
Concretamente «hominino» es un término reciente que viene a «matizar»
el concepto de «homínido», que sí es más habitual. «Hominino» se
corresponde con el nivel de la tribu (tribu hominini) dentro de
la superfamilia Hominoidea. Dentro de esta tribu hominini nos
encontraríamos con dos subtribus más, los panina (chimpancés) y los
hominina (humanos). Por lo tanto decir que Lucy es un hominino la sitúa
en un lugar «cercano» al género homo al que pertenecemos; sin embargo, ¿qué es lo que convierte a Lucy en un hominino?
Aunque la cuestión no es simple, de una manera sintética podríamos
decir que el rasgo característico y esencial de los homininos es la locomoción bípeda, el caminar erguidos.
Antes de continuar aclarando los conceptos de Australopithecus afarensis y justificar cómo los investigadores conocen el sexo de Lucy se debe dar respuesta a la casi obligada pregunta de: ¿cómo sabemos que Lucy caminaba erguida si tan sólo contamos con fósiles que además se encuentran incompletos?
Quizás ahí es donde se encuentra la magia de la investigación.
Respuestas a preguntas que antes no se imaginaban ahora son posibles. A
partir de multitud de estudios enfocados en determinadas morfologías de
los huesos, concretamente del fémur, la pelvis, la escápula, el
astrágalo, las vértebras, etc. se pueden identificar rasgos propios y
únicos de una bipedestación o de una braquiación. Sólo basándose en
meticulosos estudios estadísticos y comparativos los investigadores han
podido concluir que Lucy tenía la posibilidad de andar erguida.
Con respecto a la denominación de Lucy como Australopithecus afarensis
debemos hacer referencia a una situación también reciente en la que se
ha generado mucho debate. Como menciona Cela referenciando a Senyürek ,
si seguimos las reglas de la taxonomía, los Australopithecus afarensis deberían ser denominados como Praeanthropus africanus, así como todos los denominados Australopithecus a excepción del Australopithecus africanus. En la misma línea aunque en sentido inverso, los clasificados como Praeanthropus deberían denominarse Australopithecus, aunque,
debido a la importante confusión que todos estos cambios crearían, la
comunidad científica ha optado por mantener las denominaciones
extendidas. Por lo tanto nos limitaremos a analizar el origen de los
términos sin entrar en su problemática definitoria. El género Australopithecus procede etimológicamente de la unión de australis, «procedente del sur», y de pithekos, referente a «mono». De esta manera haría referencia al género de los «monos del sur» mientras que «afarensis» sería el concepto empleado para definir la especie y cuyo término tiene origen en la tribu Afar, que actualmente ocupa la zona donde tuvo lugar el hallazgo.
Nos queda aclarar cómo sabemos que Lucy era una hembra y no un macho de la especie A. afarensis. Para
ello los paleontólogos especialistas han estudiado el conjunto total de
restos atribuidos a esta especie y han intentado analizar la ontogenia
de la misma. Entre las características halladas se pueden destacar la
presencia de una capacidad craneal de entre 400 y 500 centímetros cúbicos (que los ubicarían entre los primates no humanos y los pertenecientes al género Homo),
unos caninos reducidos, unos molares con esmalte grueso, una relativa
pequeña estatura y lo que es más importante en nuestra cuestión, un marcado dimorfismo sexual.
Así pues, conociendo que los machos de esta especie poseen una altura
aproximada de 150 centímetros y que las hembras alcanzarían como mucho
el metro de altura han podido situar a Lucy a partir de las estimaciones
de altura dadas para ella.
Otra cuestión que no puede ser desestimada es la correspondiente a ¿cuándo vivió Lucy? Sin entrar en cuestiones cronológicas más profundas deberíamos situar a los fósiles que conforman Lucy entre los cuatro y los dos millones de años de antigüedad, que se englobaría dentro de la serie geológica denominada Plioceno inferior.
Aunque aún se siguen haciendo estudios
enfocados en Lucy otros hallazgos han venido a respaldar y a refutar
algunos planteamientos iniciales. De entre los marcadores históricos
tras el descubrimiento de Lucy para esta especie habría que mencionar
dos: el hallazgo de las «huellas de Laetoli» y el descubrimiento de la conocida como «niña de Dikika».
Las «huellas de Laetoli» son, como su propio nombre indica, un conjunto de huellas, en este caso de homininos bípedos identificados como Australopithecus afarensis y que se encontraron cerca de Olduvai,
en Tanzania. Su descubrimiento se produjo en la misma década que el
hallazgo de Lucy, aunque años más tarde (1976-1978), por los
investigadores Meave Leakey y Richard Hay. Las pisadas han
sido identificadas con tres posibles individuos, dos adultos con un
marcado dimorfismo sexual y un infantil. La datación de esta reliquia
del pasado ha sido posible gracia al método potasio-argón, que la sitúa
en torno a los 3,7 millones de años AP. Su conservación ha sido posible gracias a la erupción del volcán Sadiman
que durante semanas depositó cenizas creando un total de dieciocho
capas diferentes que junto con la lluvia cementó. pudiendo subsistir
hasta el momento del hallazgo. Por desgracia, las dificultades para
poder conservar y exponer al público las huellas en una localización tan
alejada de los centros poblacionales ha desencadenado que como medida
preventiva se sepulten usando, eso sí, los últimos avances en
conservación para asegurar su estado. Igualmente, para poder continuar
con las investigaciones en torno al hallazgo se procedió a la recreación
tridimensional de las huellas, pudiendo realizar mediciones y cálculos
sin la necesidad de volver a desenterrarlas.
La «niña de Dikika» es otro de los recientes hallazgos relacionados con la especie A. afarensis. El fósil, denominado técnicamente como DIK-1-1 ha sido popularmente conocido como el «bebé de Lucy», o simplemente «Selam», que en la lengua oficial de Etiopía significa «paz».
Su descubrimiento tuvo lugar en Dikika,
Etiopía, en el año 2000 por un equipo liderado por Zeresenay Alemseged.
Según los estudios se trataría de una niña de unos tres años de edad y
se dataría en unos 100.000 años antes que Lucy, teniendo una edad de aproximadamente 3,3 millones de años AP.
A partir de los estudios vinculados a este fósil se ha podido
identificar, aunque está en plena discusión de argumentos, que su
aparato locomotor se situaría a caballo entre una locomoción bípeda y
arbórea, ya que según la forma de sus hombros podría trepar a los
árboles pero por otro lado el ángulo que forma su rodilla indica al
mismo tiempo que era bípeda. Como diría Alemseged en una entrevista a Live Science:
«This new find confirms the pivotal place that Lucy and Selam’s species occupies in human evolution» (Este nuevo hallazgo confirma el lugar central que la especie de Lucy y de Selam ocupa en la evolución humana).
(Choi)
Pero, y concluyendo, podríamos preguntarnos
finalmente, ¿por qué es tan importante entonces esta especie para el
humano moderno? Para responder a esta pregunta qué mejor que una cita de
uno de los mayores investigadores al respecto, Alemseged:
«While bipedal like humans, A. afarensis was still a capable climber. Though not fully human, A. afarensis was clearly on its way» (Si bien era bípedo al igual que los humanos, el A. afarensis era todavía capaz de trepar. Aunque no era totalmente humano, el “A. afarensis” estaba claramente en camino).(Choi)
Y por eso Lucy es llamada la madre de la humanidad.