La capacidad de adaptación del ser humano puede llegar hasta límites insospechables. Algunos pescadores de la etnia Bajau, en Filipinas, descienden en el mar hasta veinte metros de profundidad con la única ayuda de sus pulmones. Una vez en el fondo, andan sobre las rocas como si estuvieran cazando en tierra firme y resisten ahí entre tres y cinco minutos hasta que logran capturar algún pez.