Todo empezó en África hace 7 millones
de años. En aquel momento las cosas empezaron a cambiar. Con la lenta
cadencia con que las rocas se mueven impulsadas por las colosales
fuerzas de la naturaleza, África comenzó a cambiar.
Volviendo la vista un poco más atrás en
el tiempo, comprenderemos el comienzo de esta historia. Hacía mucho
tiempo que ningún terreno se separaba de África. Lejos quedaba la
separación con Sudamérica o con India. Había añoranza por Madagascar,
pero tampoco se había ido tan lejos. Pero llegó un momento en el que
África empezó a dividirse de nuevo.
Al este del continente empezó a surgir un
rift, algo que solo augura que con el tiempo ese punto será un océano
que separa dos cortezas continentales. Este proceso provocó la aparición
de una gran falla y la formación de volcanes que construyeron una nueva
cordillera. Este accidente geográfico fue clave para la parte este del
continente. Al oeste la selva seguía extendiéndose como siempre, pero al
este las precipitaciones se vieron drásticamente afectadas.
El
fin del régimen de lluvias normal, que permitía la supervivencia de la
selva, provocó que el clima cambiara y con ello el ecosistema de selva,
cambiando a lo que actualmente conocemos como sabana y que se
caracteriza por planicies cubiertas de hierbas altas y escasos y
solitarios arboles dispersos a lo largo del terreno.
En este ambiente los primates existentes
en este ecosistema tuvieron que adaptarse. Ya no era todo tan fácil,
donde los arboles estaban cargados de alimento fácil de conseguir y que
además suponían una forma de protección ideal y rápida en las copas.
Ahora el alimento estaba en arboles aislados y los depredadores tenían
más fácil la posibilidad de cazarlos cada vez que se desplazaban para
poder alimentarse.
Ante estas nuevas condiciones solo los
mejores adaptados podían sobrevivir en este ambiente. Durante
generaciones las transformaciones anatómicas supusieron un cambio
fundamental para que nuestra especie se desarrollara en el planeta.
Las dos condiciones principales
para el cambio fueron el bipedismo y la obtención de un pulgar
oponible. El bipedismo no era algo nuevo en la naturaleza para los
primates, quienes en ocasiones caminan a dos patas para desplazarse de
un lugar a otro. Lo que ocurrió esta vez fue transformándose de algo
temporal a permanente, presionados por los depredadores, ocultos por las
hierbas altas que ocultaban la visión de los primates primitivos y cuya
única forma de vigilancia eran los arboles aislados o levantar la vista
por encima de esta vegetación, algo que solo alcanzaban alzándose en
sus patas traseras.
La transformación al bipedismo trajo
consigo un cambio en la morfología de todo el cuerpo. El cambio
fundamental fue en la cadera que debía adaptarse a un cuerpo erguido.
Esto a su vez produjo un cambio progresivo en la columna vertebral,
curvándose hasta ser la S actual para mejorar la dinámica corporal y
modificar el punto de equilibrio del cuerpo, situándose aproximadamente a
la altura del ombligo. Otro cambio se situó en el cráneo donde el
foramen magnum pasó de estar en la parte trasera a moverse hasta la
parte inferior, para conectar el cerebro y cerebelo con la columna
vertebral y el sistema nervioso que en ella se alberga.
El otro cambio morfológico, la aparición
de un pulgar oponible, producto de una mutación, permitía a las nuevas
especies tomar con las manos elementos y utilizar mejor herramientas,
algo que desde hacía mucho tiempo ya hacían, como bien lo demuestran los
chimpancés y el uso de palos para “cazar” hormigas y otros insectos.
El momento en el que este proceso comienza fue hace 7 millones de años, donde el Ardiphitecus se separó de la línea evolutiva compartida con el chimpancé, nuestro pariente más cercano.
Poco a poco este género fue evolucionando hasta la aparición de los Australopitecus
los primeros verdaderamente bípedos con diferentes especies a lo largo
de un periodo de poco más de tres millones de años desde los 5,3 a los
2,3 millones de años con tres especies principales, la Africanus, la precursora, Afarensis, dentro de la que se incluye Lucy, posiblemente uno de los restos de la evolución humana más famosos, y los Anamensis.
Varias especies más de Australopitecus caminaron sobre el planeta mientras el género homo
hizo aparición. El punto de separación, actualmente bastante
controvertido, y que se fecha con la aparición de herramientas de piedra
por parte del nuevo género hacer 2,5 millones de años.
La aparición del género homo
y la elaboración de herramientas, supuso el punto fundamental para que
la especie humana progresara. Nuestro cerebro, nuestra única evolución
realmente útil en nuestros cuerpos, tuvo una manera para expandirse que
ninguna especie tuvo antes.
Un cambio en las condiciones del
ecosistema es la mejor presión para la evolución. Para nuestra aparición
todo se debió a que teníamos que mirar por encima del horizonte,
necesitando cambiar nuestro cuerpo. Nuestras manos ayudaron a modelar
herramientas y si queríamos que fueran cada vez más útiles solo los más
inteligentes podían confeccionarlas. Un aumento en el cerebro, centro de
nuestra inteligencia, conllevo que nuestros órganos se redujeran hasta
un punto crítico, ya que el cerebro es un habido consumidor de energía y
que cada vez era mayor. Un mayor cerebro implicaba un cráneo mayor, con
problemas asociados en el parto por una cadera modificada a causa del
bipedismo, que presionaba para que el conducto del parto fuera menor,
empujando a que las hembras tuvieran vástagos con un cerebro
suficientemente desarrollado, pero no autosuficientes como en algunos de
nuestros antepasados primates. La necesidad de mayor energía impedía
que nuestra dieta, basada en vegetales, continuara siendo la misma,
implicando que se tuviera que ir aumentando la cantidad de proteínas
animales, mucho más calóricas, haciéndonos carroñeros animales
carroñeros hasta que nuestra inteligencia nos permitió ser cazadores.
Sin duda es una fortuna que existamos en
este planeta. No tenemos garras, no corremos rápido, no somos los más
fuertes y no somos grandes. No tenemos pelo que nos proteja del frio y
desnudos en la naturaleza pocos conseguiríamos sobrevivir. Nos tocó la
lotería y nos convertimos en los más ricos del planeta con solo un
boleto.