miércoles, 24 de febrero de 2016

TODO EMPEZÓ EN ÁFRICA

Todo empezó en África hace 7 millones de años. En aquel momento las cosas empezaron a cambiar. Con la lenta cadencia con que las rocas se mueven impulsadas por las colosales fuerzas de la naturaleza, África comenzó a cambiar.

Volviendo la vista un poco más atrás en el tiempo, comprenderemos el comienzo de esta historia. Hacía mucho tiempo que ningún terreno se separaba de África. Lejos quedaba la separación con Sudamérica o con India. Había añoranza por Madagascar, pero tampoco se había ido tan lejos. Pero llegó un momento en el que África empezó a dividirse de nuevo.
Al este del continente empezó a surgir un rift, algo que solo augura que con el tiempo ese punto será un océano que separa dos cortezas continentales. Este proceso provocó la aparición de una gran falla y la formación de volcanes que construyeron una nueva cordillera. Este accidente geográfico fue clave para la parte este del continente. Al oeste la selva seguía extendiéndose como siempre, pero al este las precipitaciones se vieron drásticamente afectadas.
El fin del régimen de lluvias normal, que permitía la supervivencia de la selva, provocó que el clima cambiara y con ello el ecosistema de selva, cambiando a lo que actualmente conocemos como sabana y que se caracteriza por planicies cubiertas de hierbas altas y escasos y solitarios arboles dispersos a lo largo del terreno.
En este ambiente los primates existentes en este ecosistema tuvieron que adaptarse. Ya no era todo tan fácil, donde los arboles estaban cargados de alimento fácil de conseguir y que además suponían una forma de protección ideal y rápida en las copas. Ahora el alimento estaba en arboles aislados y los depredadores tenían más fácil la posibilidad de cazarlos cada vez que se desplazaban para poder alimentarse.
Ante estas nuevas condiciones solo los mejores adaptados podían sobrevivir en este ambiente. Durante generaciones las transformaciones anatómicas supusieron un cambio fundamental para que nuestra especie se desarrollara en el planeta.
Las dos condiciones principales para el cambio fueron el bipedismo y la obtención de un pulgar oponible. El bipedismo no era algo nuevo en la naturaleza para los primates, quienes en ocasiones caminan a dos patas para desplazarse de un lugar a otro. Lo que ocurrió esta vez fue transformándose de algo temporal a permanente, presionados por los depredadores, ocultos por las hierbas altas que ocultaban la visión de los primates primitivos y cuya única forma de vigilancia eran los arboles aislados o levantar la vista por encima de esta vegetación, algo que solo alcanzaban alzándose en sus patas traseras.
La transformación al bipedismo trajo consigo un cambio en la morfología de todo el cuerpo. El cambio fundamental fue en la cadera que debía adaptarse a un cuerpo erguido. Esto a su vez produjo un cambio progresivo en la columna vertebral, curvándose hasta ser la S actual para mejorar la dinámica corporal y modificar el punto de equilibrio del cuerpo, situándose aproximadamente a la altura del ombligo. Otro cambio se situó en el cráneo donde el foramen magnum pasó de estar en la parte trasera a moverse hasta la parte inferior, para conectar el cerebro y cerebelo con la columna vertebral y el sistema nervioso que en ella se alberga.
El otro cambio morfológico, la aparición de un pulgar oponible, producto de una mutación, permitía a las nuevas especies tomar con las manos elementos y utilizar mejor herramientas, algo que desde hacía mucho tiempo ya hacían, como bien lo demuestran los chimpancés y el uso de palos para “cazar” hormigas y otros insectos.
El momento en el que este proceso comienza fue hace 7 millones de años, donde el Ardiphitecus se separó de la línea evolutiva compartida con el chimpancé, nuestro pariente más cercano.
Poco a poco este género fue evolucionando hasta la aparición de los Australopitecus los primeros verdaderamente bípedos con diferentes especies a lo largo de un periodo de poco más de tres millones de años desde los 5,3 a los 2,3 millones de años con tres especies principales, la Africanus, la precursora, Afarensis, dentro de la que se incluye Lucy, posiblemente uno de los restos de la evolución humana más famosos, y los Anamensis.
Varias especies más de Australopitecus caminaron sobre el planeta mientras el género homo hizo aparición. El punto de separación, actualmente bastante controvertido, y que se fecha con la aparición de herramientas de piedra por parte del nuevo género hacer 2,5 millones de años.

La aparición del género homo y la elaboración de herramientas, supuso el punto fundamental para que la especie humana progresara. Nuestro cerebro, nuestra única evolución realmente útil en nuestros cuerpos, tuvo una manera para expandirse que ninguna especie tuvo antes.
Un cambio en las condiciones del ecosistema es la mejor presión para la evolución. Para nuestra aparición todo se debió a que teníamos que mirar por encima del horizonte, necesitando cambiar nuestro cuerpo. Nuestras manos ayudaron a modelar herramientas y si queríamos que fueran cada vez más útiles solo los más inteligentes podían confeccionarlas. Un aumento en el cerebro, centro de nuestra inteligencia, conllevo que nuestros órganos se redujeran hasta un punto crítico, ya que el cerebro es un habido consumidor de energía y que cada vez era mayor. Un mayor cerebro implicaba un cráneo mayor, con problemas asociados en el parto por una cadera modificada a causa del bipedismo, que presionaba para que el conducto del parto fuera menor, empujando a que las hembras tuvieran vástagos con un cerebro suficientemente desarrollado, pero no autosuficientes como en algunos de nuestros antepasados primates. La necesidad de mayor energía impedía que nuestra dieta, basada en vegetales, continuara siendo la misma, implicando que se tuviera que ir aumentando la cantidad de proteínas animales, mucho más calóricas, haciéndonos carroñeros animales carroñeros hasta que nuestra inteligencia nos permitió ser cazadores.
Sin duda es una fortuna que existamos en este planeta. No tenemos garras, no corremos rápido, no somos los más fuertes y no somos grandes. No tenemos pelo que nos proteja del frio y desnudos en la naturaleza pocos conseguiríamos sobrevivir. Nos tocó la lotería y nos convertimos en los más ricos del planeta con solo un boleto.